Creado alrededor de 1510, este fue sin duda el resultado directo de más de cuatro décadas de dedicación talentosa. Sin embargo, lo verdaderamente destacable de esta pieza es la sensación de emoción que transmite al espectador. ¿Es este anciano un retrato del propio da Vinci y, de ser así, qué podemos deducir de su apariencia y de otros elementos? Estas son dos preguntas interesantes para abordar.

Un semblante desolado. A primera vista, notamos que el anciano se ve bastante abatido e incluso alejado de la realidad. Su cabeza está apoyada en una mano y lo que parece ser un bastón se sostiene en la otra. Está ligeramente apoyado en un árbol y mira a lo lejos en algún lugar. Esto trae a colación una pregunta importante. ¿El hombre está triste o simplemente está absorto en sus pensamientos? Si tomamos en cuenta las imágenes extremadamente detalladas del agua que fluye que se encuentran en la página opuesta, tal vez solo esté imaginando corrientes y mareas en relación con el movimiento físico.

Sin embargo, no obstante, hay algo bastante triste en los ojos del hombre. El hecho de que da Vinci decidiera acentuar este rostro mientras dejaba el cuerpo apenas esbozado ilustra claramente que quiere captar la atención del espectador. ¿Un mundo que se desvanece? A pesar del hombre sentado, hay muy pocos detalles en la imagen de la izquierda. Vemos un árbol ligeramente torcido y lo que parece ser una granja en la distancia. Ambos fueron esbozados apresuradamente y se les prestó poca atención.

Es casi como si el mundo físico hubiera comenzado a desvanecerse desde la perspectiva del anciano. ¿Se ha vuelto tan absorto en sus propios pensamientos que la realidad física ya no tiene ningún valor? Si las imágenes de agua a la derecha no estuvieran presentes, esta podría ser una conclusión válida. Una apreciación de la naturaleza Si bien el agua que fluye es una de las ocurrencias más comunes en la tierra, da Vinci capturó movimientos tan simples y los transformó en una danza visual. Casi apareciendo como las trenzas del cabello de una doncella, estas imágenes ilustran claramente la profunda comprensión que tenía hacia los fenómenos naturales.

No se sabe si estas imágenes fueron dibujadas para satisfacer su inclinación por la ingeniería o simplemente fueron una práctica de imitar la vida real con el uso de bocetos tridimensionales. ¿Una combinación de los dos? Los expertos aún no pueden ponerse de acuerdo sobre si estas dos obras estaban destinadas a complementarse o si eran piezas completamente separadas sin nada en común. Ambas teorías tienen sentido. Desde la primera perspectiva, podemos imaginar al anciano inmerso en sus pensamientos y contemplando el movimiento atemporal del agua. Desde la otra opinión, tal vez el anciano está recordando experiencias pasadas mientras el mundo que lo rodea se desvanece en el lienzo de su vida anterior. Independientemente de la conclusión a la que finalmente llegue el espectador, el hecho es que estas dos piezas majestuosas ilustran una vez más el talento natural que poseía da Vinci. Aún así, hay una tristeza innegable anidada en lo profundo de los ojos sagaces del hombre sentado.